RESUMEN  DE LA OBRA "UNA HUÉRFANA EN CHORRILLOS
- Felipe Pardo y Aliaga -
Argumento de "Una Huerfana en Chorrillos", libro de Felipe Pardo y Aliaga.
La obra se inicia cuando don Jenaro, hermano de doña Faustina, llega a casa de ésta para confirmar si su hermana y su sobrina Flora, llevan una vida escandalosa, tal como se lo ha manifestado en una carta, Ricardo, un militar enamorado de Flora. 

Desde la muerte de su madre, doña Luisa, Flora lleva una vida desordenada influenciada por doña Faustina y por su tutor, don Custodio quien pretende casarla con Quintín, su sobrino; la fortuna que ésta ha heredado es “la miel que atrae a las abejas”.
 
Don Jenaro ha adelantado su llegada, por eso cuando Ricardo llega a casa de Flora, se siente sorprendido. 

Don Jenaro luce poncho y sombrero como los que usan los pescadores, puesto que en el camino fue asaltado por tres bandidos que lo dejaron sin ropa.  Ricardo confiesa a don Jenaro la incertidumbre de Flora. 

Le cuenta que doña Luisa murió intestada, y que por esa razón, doña Faustina y don Custodio, se han confabulado para casar a Flora con Quintín, y así poder disponer de la fortuna de ésta.  Enterado de la situación, don Jenaro se4 siente seguro de poder salvar a la sobrina de las garras de las aves de rapiña que la rodean. 

Ricardo se marcha albergando la esperanza de que Flora haga caso a los consejos de un tío a quien tanto amaba en su niñez.  Cuando Faustina, Flora y don Custodio llegan a la casa después de haber estado en una fiesta, se enteran por Pascuala de la llegada de don Jenaro. 

RESUMEN UNA HUÉRFANA EN CHORRILLOS - Felipe Pardo y AliagaFaustina se alarma, pues, al día siguiente, llegará don Jervasio, notario a quien se ha llamado para que case a Flora y a Quintín. 

Don Custodio la calma diciéndole que ha enviado a don Fortunato, viejo timbero que habita en la casa, a  prevenir al notario.

Faustina se muestra temerosa porque sabe que a pesar de la conducta de su sobrina.

Ricardo todavía no renuncia a su amor. 

Sabe además que su hermano apoyará al muchacho, pues, éste sirvió en el ejército bajo su mando cuando aquél era coronel.


Cuando se anuncia la presencia de don Jenaro, Don Custodio se retira, no sin antes prevenir a doña Faustina que se muestre prudente con el hermano. 

Don Jenaro se da cuenta que Faustina se muestra evasiva cuando él toca el punto del casamiento de Flora.

Aparece Quintín quien no está dispuesto a pasar la noche durmiendo y se lleva a tía y sobrina con la intención de seguir la jarana.  Vanos son los intentos de don Jenaro por impedir la partida de las acomedidas damas.

Al día siguiente, muy temprano, aparece don Fortunato, quien se ha pasado la noche durmiendo fuera de la casa, pues, por más que tocaba la puerta nadie le abría.  Don Jenaro se entera que la habitación que ´Faustina le ha dado es la que ocupa el vago de Fortunato. 

Como si fuera el dueño de la casa, Fortunato se deshace en ofrecimientos para con don Jenaro.
Fortunato, que había olvidado ir a Lima a prevenir al notario, parte apresuradamente temiendo las represalias de don Custodio.  Al  poco rato aparece don Ambrosio, escribano que viene en reemplazo de don Jervasio quien se halla constipado. 

Por él, don Jenaro se entera del plan que Faustina y don Custodio vienen maquinando: embaucar a Flora y casarla con Quintín Huerta.  Don Jenaro soborna al escribano para que no diga una palabra de lo que han conversado y lo envía a casa de Ricardo, indicándole que lo espera allí. 

Don Jenaro se da cuenta que lo primero que debe hacer es sacar a su sobrina de Chorrillos y llevársela a Lima, donde se encuentran sus seis hijos y Tomasa, su mujer.  En una entrevista con Flora, logra convencerla de su objetivo; pero la aparición de Faustina y don Custodio traen por los suelos su plan.

Viendo que cualquier argumento sería inútil, don Jenaro se marcha a ver al escribano.  Como las cosas se van complicando, don Custodio siente la necesidad de apresurar el casamiento de su sobrino con Flora. 

Advierte a doña Faustina que ni Flora ni Quintín deben enterarse que van a ser casados, que debe mostrarse alerta para que Flora y su tío no puedan encontrarse solos, y que no trate de incomodar a don Jenaro, pues, éste puede enfurecerse y echar todo a perder. 

Faustina se marcha prometiendo al viejo abogado acatar sus consejos.  Cuando Fortunato aparece, don Custodio se queda pasmado. 
Fortunato ha estado jugando cartas con don Mansueto, quien le ganó hasta la última peseta. 

Custodio, enfadado, ordena al viejo cafre, que vaya en busca del notario a quien de seguro encontrará ya a medio camino de Chorrillos: … “Sin que lo perciba nadie, / lo lleva usted a mi casa; / y en todo el día no sale / de allí”, dictamina el viejo abogado. 

Fortunato regresa y pone en conocimiento de don Custodio todo lo sucedido, don Ambrosio, amigo de su niñez, le ha contado que viniendo a reemplazar a don Jervasio, entró en casa de doña Faustina donde topó con el coronel don Jenaro. 

Custodio culpa del mal cariz que va tomado el asunto a Fortunato.
Flora y Ricardo se encuentran, y el joven militar y no pierde la oportunidad para reprocharle su conducta.

Flora se pone a llorar y Ricardo la consuela, en el preciso instante en que aparece Quintín y se burla de tal escena. 

Ambos hombres se enfrascan en una acalorada discusión y Quintín, al ver que el asunto se le pone difícil y que va a llevar la peor parte, comienza a hablar en voz alta para ver si alguien acude y lo saca del apuro. 

Don Custodio y Faustina intervienen evitando así que el pusilánime Quintín lleve una paliza.  Ricardo se marcha después de recibir una injusta reprimenda por parte de la dueña de casa. 

Custodio recrimina a Faustina por dedicarse a estar jugando a las barajas en vez de poner más empeño en casar de una vez por todas a Quintín con Flora.
Don Fortunato, que no anda más que perdiendo a las barajas, solicita a Quintín un préstamo. 

Ante la negativa de éste, el viejo fullero le saca en cara su cobardía frente a Ricardo y amenaza con vengarse del sobrino y del tío.  En una larga conversación con Flora, don Jenaro le reprocha el haberse negado a marcharse con él a Lima, así como la vida que está llevando.

Flora quiere obedecerle, pero la influencia que Faustino y Custodio ejercen sobre ella, es mucho más fuerte que su voluntad.  Don Jenaro sabe que la única forma de salvar a la huérfana es sacándola de Chorrillos y llevándola a Lima.  Flora no puede contener el llanto, y así la encuentran su tía y su tutor. 

Faustina increpa a don Jenaro por estar “martirizando”  a la muchacha. Ambos hermanos comienzan a recriminarse acaloradamente mientras don Custodio trata de calmar los ánimos, Faustina y Custodio toman de un brazo a Flora y se la llevan, sin que don Jenaro pueda hacer nada. 

Ricardo se entera por el sufrido tío, que éste aún no le ha dicho a Flora el plan que han concebido su tía y su tutor.  Ricardo está enterado que Flora ha ido a Surco a una procesión, pero siempre bajo la celosa guardianía de Faustina y Custodio. 

Grande es la sorpresa de don Jenaro cuando don Fortunato, vengándose de Quintín y su tío, revela el nuevo plan que han lucubrado su tía y el tutor: Flora será llevada de Surco a Lima, donde piensan llevar a cabo el casamiento. 

Para el viaje, Custodio se apodera del caballo de don Jenaro lo cual aumenta la tirria del viejo coronel hacia el malévolo tutor de Flora.  Para sorpresa de todos, Flora se regresa a Chorrillos sin que nadie sepa de su paradero.  Don Jenaro culpa a Faustina y a Custodio por la desaparición de la muchacha llamándolos “necios y bribones”.
 
En plena discusión, donde insultos van e insultos vienen, aparece Flora acompañada de Ricardo Y Pascuala. 

Todos escuchan intrigados el relato de la muchacha, quien manifiesta que estando en la procesión, se le acercó Quintín, el cual, con engaños, trató de llevársela “sabe Dios a dónde” pero la oportuna aparición de las hermanas Antequera, dos viudas del barrio, impidieron que el maquiavélico muchacho llevara a cabo su plan. 

Más aún, para mala suerte de Quintín, apareció Ricardo quien le propinó tal paliza, que algunas costillas le cambiaron del lugar. 
Don Custodio trata de librarse de su culpabilidad hablando mal de su sobrino, pero don Jenaro le recrimina que tan sinvergüenza es él como Quintín. 

Don Custodio haciéndose el ofendido opta por retirarse.  Flora reconoce al fin las buenas intenciones de su tío y acepta marcharse con él a Lima. 

Lo único que preocupa a la muchacha es el “qué dirá” de la gente.  Don Jenaro la tranquiliza con unas sabias palabras.