Valdelomar relata un episodio triste que vivió en su niñez.

El principal protagonista de su narración es Manuel, un muchacho que vivía en su casa, en el puerto de Pisco.

Los hermanos Valdelomar lo veían como un hermano mayor y lo estimaban como tal. Era valiente, desprendido, afectuoso, leal y franco.

Su pelo era ensortijado, sus ojos morenos, sus labios carnosos, sus cejas pobladísimas y siempre le dibujaba el rostro de una sonrisa de fresca melancolía, jovial y exenta de amargura.

Le agradaba el mar, el campo y los cuentos de las abuelas. Hacía los juguetes para los menores, como gallos de papel, barcos de madera y hondas de cáñamo.

RESUMEN YERBA SANTA - Abraham ValdelomarCuando iban todos a pasear y cazar, él dirigía el grupo. Mas, de pronto, una tristeza oculta lo envolvió. En el desembarcadero cantó un yaraví o canción triste que evocaba un amor que nunca volvió.

Tan mal se puso el joven que lo mandaron donde su madre, la señora Eufemia, quien radicaba en Ica.

En Semana Santa la familia Valdelomar viajó a Ica, alojándose en la casa de la abuelita. Allí todo era bueno: las frutas, las comidas y las plantas.

En Jueves Santo desfilaban los hacendados con sus ofrendas hacia la Iglesia del Señor de Luren.

Llegaban con caballos de paso, en ambiente multitudinario, lleno del ruido característico de fieles y vendedores.

Durante la ceremonia los niños no podían cantar, ni jugar, ni hablar fuerte porque era el día de la muerte del Señor. La celebración era imponente. La multitud seguía ávida la procesión del Señor de Luren en medio del sahumerio, música y el aire contrito contagioso.

Terminada la festividad, la familia se preparó para retornar a Pisco, pero antes fueron todos a la hacienda San Miguel, propiedad de los tíos José y Joaquina, que antaño había pertenecido a los abuelos de Abraham. Les acompañó en la excursión el joven Manuel.

En la hacienda había una vieja casona con un galpón donde antaño eran recluidos los esclavos negros. Pasaron luego a visitar otra hacienda aledaña, perteneciente a una familia amiga.

La tierra era fresca y fecunda, siempre húmeda y con árboles frutales muy altos. Ya de noche y a pedido de los mayores, Manuel cogió la vihuela y cantó un yaraví. Al terminar pidió permiso para retirarse, y montando su caballo, se perdió raudo por el camino. Un búho pasó por el comedor, como mal presagio.

Al día siguiente la familia volvió a Ica y allí se enteraron de la desgracia: Manuel se había suicidado. A los niños no se les permitió conocer los detalles del suceso.

Durante el sepelio, un cortejo conformado mayormente por gente joven despidió para siempre al amado Manuel. La familia Valdelomar retornó a Pisco en medio de una tristeza que perduraría por mucho tiempo.